Por: Michael Rojas
“Si creer en las leyendas religiosas es un acto de fe o manifestación de naturaleza, es necesario preguntarse si cabe en la realidad de una sociedad que afronta un dilema moral constantemente”- Michael Rojas
Desde el centro de Bogotá hasta los templos religiosos del mundo han llevado sus esculturas y monumentos a la grandeza. Los franciscanos se encargaban de proteger la religión y la cultura de todos sus antepasados respecto a la fe y creencia del altar. Fundada en 1550, la iglesia de San Francisco hoy en día, resguarda varias obras colosalmente simbólicas.
Lo primero en que se fijan los extranjeros es en los retablos, pinturas y estructuras basílicas de la capilla. Si bien, admirar la pieza por sus colores, su divinidad o naturaleza entre tantos años de antigüedad, se volvió el hilo conductor de las prácticas morales que satisfacen un sentimiento religioso.
Francisco Herrera, fanático del arte colonial, reconoce un signo estético que para muchos creyentes es un acto de Dios; un objeto místico situado en la parroquia: un Cristo al que le crece cabello, custodiado en una caja de vidrio parecida a un altar, expuesta como milagro. Al ver su cabello, se desliza por los laterales de su rostro y marca una devoción de exaltación.
Hablando del culto hacia las figuras del hijo de Dios, se observa con perplejidad la pieza y directamente establece la comunicación entre los seres humanos y sus sentimientos, acompañados de esperanza y adoración. Quiere decir, que si nosotros damos voluntad con toda intención al obelisco, ¿Este responderá con un milagro?.
Herrera, ha estudiado bastantes conceptos y tesis doctorales del siglo XVII, caracteriza la veneración de los bogotanos como creencias populares que han sido durante largos años “mantener el interés por las imágenes”, deja a la luz al sujeto que se expresa frente a la religión y su dogma moral, una necesidad de divinidad.
Además, el Cristo de la Agonía es conocido tradicionalmente por soportar dolores, dando fuerza a la debilidad del ser humano.
Si nos devolvemos unos años atrás, la certeza de creer en un mito es la influencia sobre las historias que se ha transportado desde un sujeto hasta la sociedad. Sandra Ariza, se aferra en la fe de la moralidad religiosa, expresa que, creer en los monumentos es entender que “fenómenos que no son naturales”, son sinónimos de cumplir un bien o necesidad.
Lo que alimenta a la creencia es la fe, sin embargo, ha perdido fuerza actualmente debido a que no existen estudios que justifiquen el crecimiento de cabello en una pieza de escultura.
El Tiempo, ya había hecho algunas investigaciones acerca del fenómeno, obtuvo información de personas que han sido amantes de la creencia durante varios años y también un especialista forense, para argumentar una previa hipótesis del Cristo de la Agonía. Este misterio queda abierto para analizar la fe que mueve más que las tendencias.
Por su parte, la iglesia es favorecida por los bogotanos, pues la existencia de una escultura religiosa ha marcado una trayectoria simbólica que permite abrirse a las demás personas para creer en la figura católica; se puede decir que pasa ser un mito construido con el fin de atraer a los creyentes y los sujetos que no creen en la palabra religiosa.