Por: Jorge Iván González Moreno
Se puede definir la transfobia como el odio, el miedo y el rechazo a las personas transgénero o que no se adecúan a los estándares de normatividad que se han inculcado en las personas acerca del “apropiado” desarrollo de la personalidad. La transfobia ha tomado mucha fuerza en las últimas décadas y a las personas se les ha educado con parámetros específicos de cómo deben ser, qué les debe gustar y de qué (y de quién) se deben alejar.
Lamentablemente, hacer parte del grupo transgénero o, en general, del grupo LGBTIQ, representa graves repercusiones en el campo social y laboral, entre otros. Por ejemplo, Andrés Felipe Parra es un amigo mío que actualmente trabaja como contador en una empresa de celulares, que, por solicitud de él, dejaré en el anonimato; me contó cómo en sus inicios y aún hoy es discriminado por ser transgénero.
“Ahora ya no es tan fuerte el rechazo, ya me siento más cómodo a pesar de ciertas personas que aún siguen viviendo en la ignorancia y los prejuicios, pero lo que sentí en el inicio de mi carrera laboral me entristeció mucho y en más de una ocasión me dieron ganas de renunciar y preferir quedarme sin trabajo a ser así de maltratado. Me sorprende que en pleno siglo XXI, las personas sigan destruyendo a los demás sin piedad alguna solo por no ser como ellas”.
Pero esto no solo ocurre en personas adultas: el sentimiento de incomodidad y rechazo que tienen hacia este grupo de personas ha sido tan fuerte y arraigado, que sigue trascendiendo entre generaciones y se sigue viendo en los niños y los jóvenes. Noah Benjamín Bernal, quien se graduó el año pasado del mismo colegio que yo, me contó lo desagradable que fue ser transgénero en un colegio.
“Desarrollar mi personalidad a tan temprana edad me provocó consecuencias en el colegio, la gran mayoría de veces me hice solo en los trabajos porque nadie quería hacerse conmigo, me molestaban y me insultaban hasta el punto que me tocó cambiarme de salón dos veces en un mismo año. Afortunadamente, ahora tengo muy buenos amigos que me quieren por como soy, pero es triste la situación de ahora, espero que algún día las personas maduren de una vez por todas”.
Arturo Torres (columnista del periódico Psicología y Mente), dice al respecto: “Se cree que la transfobia es, básicamente, el modo en el que se expresa un sistema de dominación que se perpetúa a sí mismo de generación en generación, sin necesidad de justificarse. Básicamente, se apoya en la idea de que los roles de género deben ser respetados por ser “lo natural” y que, en todo caso, quien quiera salirse de ellos es quien debe argumentar y convencer. Pienso que un cambio de mentalidad y de hábitos puede hacer que se acepte la existencia de personas transgénero con todo lo que esto implica. Para ello, hay que revisar los esquemas mentales a través de los cuales se juzga a estas minorías, y preguntarse hasta qué punto es bueno y útil para uno mismo y para los demás”.
La transfobia es sinónimo de la ignorancia y el tabú que muchas personas no han superado, ya sea por razones culturales, religiosas o ideológicas. Las personas transgénero son personas también racionales que hacen uso de la razón y el corazón para decidir lo que son, por tal motivo, merecen respeto por su concepción de ellos mismos. El derecho al desarrollo de la personalidad tiene el mismo valor que cualquier otro derecho, ser nosotros mismos es lo que nos hace sentir bien en la sociedad.
Cuando uno piensa en toda la evolución que ha tenido el ser humano en campos como la tecnología, la medicina, las ciencias exactas y demás campos de estudio, se puede creer que es un ser racional con mucho conocimiento y que constantemente trabaja para transformar el mundo. Lamentablemente hay áreas donde el hombre sigue siendo primitivo y uno de esos campos es la ética que va directamente relacionado con la tolerancia por el otro y el respeto por el desarrollo de la personalidad del otro.