Por: Juliana Gil
La educación musical, en los establecimientos educativos de nuestro país, se reduce drásticamente con el pasar de los años, al instaurar, de acuerdo a la Política Nacional, nuevas competencias consideradas como básicas y primordiales, en las cuales, erróneamente las ramas artísticas no ocupan lugar.
Con esta postura no busco categorizar las otras competencias como menos importantes o no funcionales.
Las habilidades científicas, ciudadanas, comunicativas y matemáticas también son de vital significación, pero dejan de lado una parte fundamental del desarrollo de cualquier ser humano.
Esto lo podemos evidenciar desde la planeación de los horarios escolares, ¿qué materias solemos ver con más frecuencia en el colegio? Matemáticas, física y química.
¿Cuáles son las clases que vemos con menos frecuencia, o a veces no se ven?
Las artísticas, que a pesar de que la UNESCO nombra que la educación musical es un derecho fundamental de la niñez, esto no sucede.
No hay un espacio forjado en la educación formal, que le permita a los estudiantes potencializar aquellas habilidades, que den acceso a los estímulos de ascenso del nivel músical, no solamente en beneficio de la práctica, sino del pensamiento crítico de consumo de productos artísticos.
Omitir esta rama de la educación es un grave problema, ya que nos perdemos de un sinfín de aportes para nuestros niños, niñas y jóvenes.
María Angélica Benítez, del laboratorio interdisciplinario de Neurociencia de Argentina, en la revista Sociedad músical, explica que la música tiene una estrecha relación, de alto impacto, con el desarrollo cognitivo.
María Teresa Guillen Becerra, directora coral colombiana, nombra que los estudios de música coral desde la edad temprana, logran múltiples beneficios en aspectos emocionales, creativos, energéticos, motores, rítmicos, relacionados con la concentración, la socialización, el trabajo en equipo, el autoestima y la sensibilidad.
La posibilidad de tener contacto con este mundo de las artes no debería ser una experiencia limitada o restringida.
No puede ser un beneficio para unos pocos, y tampoco una actividad extracurricular a la que el acceso sea escaso.
Muchos músicos, neurólogos, psicólogos y especialistas en general avalan esta postura, y yo también lo justifico desde mi experiencia.
He vivido y visto los procesos de transformación de muchas personas gracias al desarrollo músical, en especial en el ámbito de coros, tal como Ivonne Mateus, estudiante coral, lo narra en el siguiente audio:
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Implementar estos nuevos espacios educativos no busca que todos los niños, niñas y jóvenes en un futuro tomen como profesión la música.
Esta es una herramienta que independientemente del campo laboral, logra influenciar positivamente el desarrollo en las distintas competencias, para entornos sociales, educativos, laborales y familiares.
Si analizamos las problemáticas sociales que encontramos en nuestro contexto, muchas de ellas podrían ser reguladas si estas competencias estuviesen inmersas, en nuestra sociedad, desde cada uno de nosotros como individuos, aterrizando aquellos aprendizajes a nuestro día a día.
Creo que se deben de resignificar las competencias primordiales que se tienen en nuestro país.
Hay que desarrollar una nueva evaluación de la Política Nacional, en cuanto a la educación, donde se de la implementación de las artes dentro del currículum principal.
La educación es la base de la construcción social, y yo creo que desde las aulas, con estos beneficios, podemos llegar a transformar desde pequeños grupos sociales, hasta entornos a gran escala en nuestro país.
Escribí a propósito este artículo que acabas de leer con párrafos más cortos, ¿Te gustó como está escrito? ¿Se te hizo más fácil leerlo? Me gustaría saber tu opinión en mi correo electrónico: jgilp2
Si deseas conocer más sobre la resignificación del arte, te invitamos a leer las siguientes publicaciones:
Infografía: La resignificación del arte
Diseño con propósito en Colombia