Por: Lorena Rojas Guzmán
Para ninguno de nosotros es un secreto que luego de la llegada del COVID-19 a Colombia, muchos aspectos que considerábamos que se encontraban en orden, nos sorprendieron al dejarnos en evidencia que era todo lo contrario.
Sumado a esto, la reapertura parcial de la ciudad trajo consigo un sinfín de sinsabores en la capital.
Luego de “superado” uno de los más altos picos de contagio, la alcaldía de Bogotá decidió reactivar de manera parcial distintos sectores de la ciudad, con el objetivo de volver a la “nueva normalidad” y así poder retomar la economía que por meses se vio estancada, lo que desencadenó en un aumento de las cifras de desempleo.
De acuerdo con el DANE, la tasa de desempleo para agosto del año en curso se encontraba en un 16,8%, superando la cifra registrada en el mismo mes del año 2019 que fue un 10,8%.
Sin embargo, pese a la elevada cifra de desempleo que se presenta, parece ser que las preocupaciones de la alcaldía y el gobierno de turno, no están centradas en el ciudadano de a pie.
Por el contrario, están enfocadas en las grandes empresas comerciales y en la manera en cómo estas pueden equilibrar sus ingresos.
Esto se ve evidenciado, en la “privatización” que tuvieron sectores como el centro de la ciudad, en donde la plazoleta del Chorro de Quevedo, pasó de ser un lugar turístico, identificado por sus muestras de arte y demás, a ser un espacio únicamente destinado para el consumo.
Adicional a esto, la disposición de este lugar para lo que se denomina “Bogotá a cielo abierto”, trajo consigo el desempleo de cientos de personas que viven del trabajo informal.
Esta situación aún genera malestar entre los vendedores, quienes prefieren no manifestarse públicamente al respecto, debido a la poca atención que se les brinda.
Es el caso de Sergio Prada, un joven bogotano que se dedicó a trabajar de manera informal en la plazoleta del Chorro de Quevedo.
Prada se atreve a decir que la alcaldía bogotana solo se preocupa por mantener las elites como de costumbre y deja a un lado las necesidades económicas del ciudadano de a pie, que vive del día a día.
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Y es que parece ser que la alcaldía toma decisiones apresuradas, únicamente con el fin de mover la economía colombiana, sin pensar en las consecuencias de una reactivación sin bases sólidas.
Sin embargo, como en toda historia, hay quienes salieron beneficiados con la reapertura económica.
Tal y como le sucedió a María Aurora Sánchez, quien hace parte del pequeño número de personas que, luego de la cuarentena establecida por el estado colombiano, logró vincularse de nuevo en un trabajo, que hace parte del sector gastronómico en el centro de la ciudad.
No obstante, esta es una situación que tanto a usted como a mí nos genera una doble posición.
Si bien es importante que el país empiece a reactivarse de manera paulatina. También es necesario pensar qué afectaciones trae consigo estas nuevas medidas a las que se ve envuelta nuestra sociedad.
Así mismo, cómo estas precauciones son o no efectivas, ya que, según el Ministerio de Salud, para la fecha se cuentan con 61.714 casos activos de COVID-19.
Lo que nos permite pensar que, las medidas tomadas frente a la reapertura de la economía colombiana no son eficaces y esto se ve reflejado en las cifras de contagios y en el malestar causado en la ciudadanía.
Me refiero a que pese a las medidas tomadas, los contagios no disminuyeron, sino todo lo contrario, aumentaron y de seguir así, podrían alcanzar números críticos.
Esto quiere decir que, la privatización y el acceso limitado a los espacios públicos no ha sido una decisión muy eficaz y si ocasionó molestias en quienes se mueven a diario en el sector.
Es por esta razón que es de vital importancia, empezar a plantearse cómo nos vemos envueltos en “la nueva normalidad”.
Además, cómo esta situación, por más alejada que se nos presente, puede llegar a tocar las puertas de nuestra casa, involucrándose de manera directa bien sea en la parte positiva o negativa de la problemática.
No está de más subrayar que, hay que dejar de trasnocharnos por situaciones de otros países y pensar en la condición actual del nuestro.
Debido a que, de nada nos sirve darnos golpes de pecho, si al voltear la página hacemos caso omiso de lo que la realidad colombiana nos cuenta a gritos.
Así como Jaime Garzón mencionó en algún momento: “El problema de los colombianos es que no tenemos una conciencia colectiva. Tenemos una posición cómoda e individual ante la vida”.
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Los espacios de la capital colombiana: De públicos a privados