Jueves 19 de marzo, me despierto a las 7:00 am, como todos los días, me levanto de mi cama, alimento a mi perro y decido empezar a arreglarme; el día estaba un poco nublado, así que prefiero abrigarme, un gabán beige acompaña mi día, decidí empacar una sombrilla, pues el pronóstico del clima en Bogotá decía que llovería en la tarde.
Al salir de mi casa empiezo a notar que el ambiente empieza a ser algo tenso, la ciudad continuaba con normalidad, pero todos se miraban por encima de los tapabocas con algo de inseguridad, decido cubrir mis manos con guantes de látex, en las noticias anuncian que el virus Covid19 puede contraerse en cualquier lugar, así que siento que es una buena manera de evitar contagiarme.
La máquina del transmilenio avisa que la próxima parada es Jiménez, Centro de Bogotá, ya debía bajarme, en ese momento pensé que el trabajo iba a estar pesado como todos los jueves, salí de la estación, note que habian varios vendedores ambulantes, pero muy pocos compradores, uno de ellos vendía tapabocas, algo inusual en la ventas callejeras.
Continue mi camino, faltaban solo 5 minutos para las 9:00 am; al llegar el centro comercial estaba practicamente vacio, muy pocos locales abiertos, todos se miraban con todos pero ninguno pronunciaba palabra alguna, decidí ir por un café a la tienda del lugar, en ese momento Susana, la que atiende el lugar me mira y dice, “el centro comercial va a estar sellado por varios días”.
Decido regresar rápido donde mi jefa para poder comentarle la situación, ella mirando su celular, y con un leve cambio en su rostro, se sienta, y dice “No se como vamos a hacer, estamos obligados a cerrar el local”, el centro comercial decide cerrar hasta el 20 de abril debido a la propagación del virus y el anuncio de simulacro de emergencia; el silencio se apodera del lugar.
Después de varios minutos, el celular suena, la dueña del local nos da la orden de organizar todo para evitar problemas durante el tiempo que el local deba estar cerrado, nos disponemos a poner cada cosa en su lugar y organizar la bodega; el frío empieza a ser un poco más penetrante, las gotas de lluvia empiezan a caer y todos los rostros reflejan preocupación.
El reloj marcaba las 4:00 pm, ya todo estaba listo para cerrar, con algo de nostalgia salimos del local, la señora de al lado, se nos acerca y con lágrimas en los ojos nos dice que la esperemos, en su rostro refleja la preocupación de una decisión tan drástica, las consecuencias de cerrar son nefastas, más en una época tan pesada.
Me acerco a la cafetería, Susana me dice “Ojala esto acabe pronto”, salgo del centro comercial, miles de cosas pasan por mi cabeza, el solo hecho de saber como miles de personas en ese instante estaban sintiendo lo mismo que yo, de hecho aún se apodera de mi, saber que personas que viven del día a día están padeciendo una doble angustia.
Ese día y ese recuerdo aún los tengo presentes, no paro de pensar en cómo la vida nos dio un giro de 180 grados, sin darnos cuenta, y lo peor del caso es que aún no sabemos cuando acabará, el día de hoy valoro más los abrazos, las visitas, el sol, la vida, pues como dice la canción “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” y por el momento somos perdedores.
Sofía Castrillón Peña
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